21 de marzo de 2012

Love to death

Mi arma me estaba llamando. Relucía encima de la mesa que había colocado debajo de la ventana. Parece mentira que algo tan hermoso a mis ojos pudiera ser tan mortal. No soy como el resto; encuentro repugnante la sola idea de que alguien me coja cariño o me ame, aunque sé que eso nunca pasará, porque les doy asco. Para mi solo hay un solo amor en la vida: la muerte.
La amo, por encima de todo. La amo como si fuera una bonita mujer, sé amarla, complacerla....en cuerpo y alma.
Y os estaréis preguntando como la complazco...
Debo reconocer que me lo paso bien y que disfruto con sus gestos, sus súplicas y sus caras de sufrimiento. Me gusta, creo que nací para ello, pues no tengo otra virtud; soy un gordo, feo y sucio que se pasa media vida comiendo porquerías en un sótano o masturbándose mientras piensa en como matar a la siguiente.
Estoy estudiando en como secuestrar a la próxima, ya la he elegido. Es rubia de ojos azules, delgada y no tiene novio. No tiene quien le proteja, solo un puto gato mierdoso que vive en su apartamento y le acaricia con su cola esas piernas desnudas que tanto me gustan. Lo mataré. Creo que lo colgaré en el techo para que se asuste y entre en shock. Me gusta cuando empiezan a chillar. Me crea una especia de zumbido en los oídos que me vuelve loco, o quizás ya lo esté; pero cuando empiezan a gritar pidiendo ayuda es cuando paso a la acción y las amordazo. Las llevo a su cama y les voy quitando la ropa poco a poco...lentamente. Ellas apartan la cara, pensando que les haré algo, pero lo que me interesa está más abajo, así que sigo bajando y las desnudo, para contemplar su cuerpo lleno de curvas, y les fuerzo a gritar... violándolas.
Cuando me doy por satisfecho, las llevo a mi sótano, donde ellas siguen gritando y yo saco mi puñal, y les empiezo a acariciar con el. No les gusta. Les hago un corte profundo en el vientre donde les extraigo los intestinos mientras se retuercen de dolor y los aparto a un lado de la habitación. Con los ácidos estomacales que hay, les abro el craneo de un golpe mortal que termina con ellas y les derrite el cerebro....y me lo bebo. Es mi bebida favorita, sabe a inteligencia, a vida, a recuerdos... Supongo que es malo para mi salud, pero yo no tengo salud.
Las cojo, las meto en una maleta especialmente fabricada por mi para transportar cadáveres putrefactos, y las llevo a un bosque, de madrugada, donde nade puede verme. Aunque creo que si lo hiciera a las doce de la mañana pasaría desapercibido porque nadie se fija en mi. Las entierro, junto con sus pertenencias y me voy, a casa.
Elijo a la próxima y me masturbo mientras preparo la comida...me doy asco a mi mismo. Pero me gusta.

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